¿Opositores o sociedad civil?, Luis Cino

 

De la ola de ingenuidades, desconciertos, expectativas desmesuradas, payasadas y novelerías que ha generado el anuncio del restablecimiento de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, una de las cosas que más llama la atención es la aparente reluctancia de muchos de los que hasta hoy se definían como opositores a actuar en nombre de la oposición. En su lugar prefieren hablar –con los que en ningún momento les han preguntado qué opinan- en nombre de la sociedad civil.

¿Por qué la timidez y los paños tibios, justo en este momento en que la oposición debe ser justamente eso, aspirar a ser gobierno y no conformarse con ser un siempre victimizado referente moral y testimonial  en pro del respeto a los derechos humanos?  

En todo caso, con esa actitud tan tímida y modosita de no reconocerse como opositores y vestirse con el mismo manto que otros actores recientemente aparecidos y que hasta hace poco negaban ser disidentes o anticastristas, en vez de dorar la píldora al régimen  con miras a ser tenidos en cuenta en futuras negociaciones, lo que se conseguirá será allanarle a los mandamases el camino de las refutaciones. Ya el general-presidente dejó claro, en su discurso en diciembre ante la Asamblea Nacional,  que no quiere confusiones respecto a lo que oficialmente se considera es la sociedad civil, es decir, las organizaciones satélites del régimen (CDR, FMC, ANAP, etc.)

Es comprensible que luego de tantas décadas de uso y abuso del metalenguaje oficialista,  muchos disidentes  nieguen ser contrarrevolucionarios.  Esa palabra la jerga oficial la convirtió en algo así como un insulto. O un deshonor. La equivalencia del más despectivo “gusano”. De ahí que sean muy pocos los opositores que se reconozcan como contrarrevolucionarios y a mucha honra.

Se ha vuelto más que una costumbre originada por la inercia, un despropósito, utilizar el término “revolución” para designar un régimen de más de 56 años que se institucionalizó en 1976, a su modo y conveniencia, con constitución y socialismo irrevocable y todo. En seguimiento de esa misma lógica ilógica, los opuestos serían –no podrían ser otra cosa-  contrarrevolucionarios. Pero la mayoría de ellos se ofenden si los llaman así. El colmo es que a estas alturas del campeonato  también vayan a evitar ser identificados como opositores.

A ese paso de bibijagua y con tanta superchería, cuando se hable de oposición,  se difuminarán los límites entre lo real y lo leal –esa engañifa-, y como nadie contará con los opositores que no temen ser llamados así, porque estarán apaleados o encerrados en los calabozos por desacato, escándalo público o peligrosidad pre-delictiva, no quedarán otros que  los de la revista Temas o Cuba Posible o tendrá –el régimen, quiero decir- que mandar a buscar a Carlos Saladrigas  y  Arturo López Levi, y entonces que Dios nos coja confesados y confesos de todos los pecados imaginables a los que aspiramos a la democracia sin apellidos ni sobrenombres.

Todavía me quedan esperanzas –pocas, para ser sincero- de que los opositores de verdad que hay en Espacio Abierto de la Sociedad Civil dejen un poco el comedimiento y la preocupación por el tipo de narrativa que usarán y reparen en las exclusiones que hicieron debido a la premura, al exceso de entusiasmo o a vaya usted a saber qué otras razones, y logren convencer y atraer a los opositores ausentes, que son muchos. Especialmente, Berta Soler y las Damas de Blanco.  Para que en la próxima reunión y consiguiente declaración,  estén todos los son y sean todos los que están. Aunque algunos, en dependencia de sus actos,  estén en veremos.

Mientras, en lo que Espacio Abierto recapacita, ya hay una declaración del Foro por las Libertades y los Derechos,  los opositores que se reconocen como tales sin sonrojarse,  en que se habla alto y claro, sin mojigatería, rubores ni medias tintas. Por eso,  a ella me adhiero.
luicino2012@gmail.com
Publicado en Primavera Digital

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